Cuando se es pequeño, todo niño al que le gusta el fútbol sueña con llegar algún día a la élite, pero claro, allí no se llega en coche precisamente, como pensaba mi hermano cuando tan sólo era un niño. 

 

Para llegar sólo existe un camino, lleno de subidas y bajadas, con múltiples  obstáculos que superar y que, sólo aquellos que hagan de éste, un terreno plano, tendrán una gran parte ganada, es decir, habrán subido el primer escalón de una escalera con muchos peldaños.

 

Una vez me dijeron que el fútbol era como una especie de embudo, en el cual al principio cabe mucha gente, pero conforme avanzas, si quieres colarte por el pequeño orificio, primero tendrás que aventajar al resto de futbolistas, que como tú, también desean hacerse un hueco en este  bonito y difícil mundo. 

 

Lesiones, “padrinos” y una pizca de suerte son otros de los factores que hay   que   tener   de   cara   para   poder   seguir progresando.

 

La  experiencia me dice que, para poder llegar a jugar al máximo nivel, hay  que estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno y con la gente  precisa. Yo estuve en el lugar perfecto, también en mi mejor momento, pero  me tocó quizá el entrenador equivocado. 

 

Ahora es cuando comienzas a recordar aquel sueño tan esperanzador que tenías de pequeñito, y ves cómo, poco a poco, se desvanece...

Un sueño que se desvanece